viernes, 9 de marzo de 2012

La berenjena, provocando pellizcos desde 1994



La Berenjena muy bien estacionada para aprovechar un poco de sombra
en esos días de sol hostil queretano

Es gracioso como uno le tiene tanto apego a algunas cosas y hasta les confiere personalidad. Son las asociaciones que uno les hace las culpables. Casos como el de mi carro bautizado como "La Berenjena" (Mi papá ya me regañó, me dijo que siempre fue y será "chevy morado"). La semana pasada choqué, no estuvo tan grave el accidente pero "ella" recibió un daño considerable. El lunes pasado mi papá me dijo que el gasto para repararlo era mayor que el 75% de su valor comercial por lo que el seguro nos sugería que lo declaráramos pérdida total. Debo aceptar que cuando me dio la noticia entré en shock. En el transcurso de 2 horas, hasta la decisión a la que llegamos mi papá y yo de "salvarla", pensé en todo lo que significaba para mi ese carro con cierta nostalgia.

Culpo a Disney por el efecto de "animar lo inanimado"
desde nuestra tierna infancia

El vínculo que tengo con la Berenjena no es sólo debido a que es mi primer carro, sino se remonta más allá. Mis papás lo compraron en el año 1994. Desde ese entonces mi color favorito ha sido el morado, así que para darle gusto a la nena (en ese momento hija única aún) lo compraron de ese color. En mi infancia la asociación más grande que yo le tenía al "chevy morado" era con mi papá. El hecho de salir de la escuela y ver el carro estacionado afuera me daba un sentimiento de seguridad, la que mi papá siempre me ha transmitido, hasta la fecha. Sé que él siempre hará todo lo posible por estar ahí y una vez que eso pasa, ya no debo preocuparme por nada. Recuerdo quedarme en el carro escuchando la radio en lo que él agendaba alguna cita de trabajo en una escuela. Recuerdo todos los viajes familiares desde tercero de primaria hasta la secundaria. En particular, el gran escape a Acapulco; Se suponía que sólo iríamos a un balneario de Morelos, pero mi papá siguió conduciendo hasta llegar allá.

En la familia, a partir de mi época de preparatoria, otros autos vinieron y se fueron pero mi papá seguía conduciendo el chevy morado hasta yo ya entrada en la Universidad. Fue el auto en el que él me enseñó a conducir (no muy bien, no había necesidad aún). Me parece que en primer o segundo semestre de la carrera, mi papá estaba en Morelos y se había llevado otro carro, dejando al "chevy morado" a mi merced. Yo me envalentoné y me subí (con sólo un par de lecciones) para darle la vuelta a la cuadra. Cabe decir que las cuadras de mi colonia son particularmente grandes y me pareció eterna...casi choco con una patrulla y me estrello con el portón ya llegando. Última vez que conduje un carro en muchos, muchos años.

Por Septiembre de 2009 decidí que quería estudiar la maestría en Querétaro, y desde el momento en que les dije a mis papás me prometieron que en todo caso el "chevy morado" sería mío. Y así fue.

Nuestro primer viaje en autopista. Diciembre 2010

A partir de que me la traje a Querétaro en Agosto de 2010 cambió nuestra relación, como cuando tienes un primo o hermano mayor que te cuida de niño y ya cuando creces te sigue cuidando, pero con el plus de llevarte a las fiestas. Tantas peripecias hemos vivido en la Berenjena, desde nuestras salidas nocturnas rockeando Querétaro, las escapadas a Peña de bernal, la vez que fuimos a una cañada por Amealco, las legendarias visitas a San Miguel de Allende (la primera con un camión persiguiéndonos cuesta arriba y la segunda remando el carro, cuesta arriba, para no quitar la costumbre). Todas las carcajadas, todas las cursilerías, todas las ñoñadas que se han dicho en mi peculiar vehículo motor. La berenjena ha sido compañera de mis soledades, cómplice de mis locuras, víctima de mis descuidos (y vaya que la lista es larga, pobrecilla) y testigo de pleitos y reconciliaciones.

Mi amada Berenjena, espero poderte manejar de nuevo pronto y recorrer los caminos juntas.


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